16,30 de la tarde. Más o menos. Después de haber investigado concienzudamente el fenómeno de las nuevas "caras de Bélmez" (por ejemplo
aquí,
aquí y
aquí, y en el articulito que próximamente colgaré en la bitácora), me dirigí con paso firme y decidido al lugar donde probablmente me aguardaba una estremecedora prueba de la existencia de las psicoplastias paranormales esas.
Aquella información era de indudable calidad, pero no había sido fácil obtenerla. Provenía nada menos que de un piloto, el "testigo de
élite" por excelencia, de modo que no era posible ponerla en duda. Pero había sido difícil conseguirla: me costó mucho trabajo convencer a mi esposa para que, en vez de contármelo directamente a mí, se lo dijera por teléfono a mi hermano el piloto para que él a su vez me llamara y me lo contara. ¡Qué dura es la investigación de campo, señores!
16,45. He perdido un cuarto de hora buscando en el armario el chaleco de investigador. Afortunadamente lo he encontrado, pero por un momento pensé que las fuerzas de la Gran Conspiración y la Ciencia Oficial, Ortodoxa y Arpía habían conseguido ponerme fuera de combate. Por suerte he encontrado el chaleco debajo de una camiseta del pato Donald (prueba evidente de la implicación de la CIA en todo este asunto), pero de verdad temí que no pudiera seguir mostrándoles a ustedes la Horrible Verdad.
16,46. Ya con mi chaleco, preparo los mapas y me dispongo a hacer kilómetros. Al poner en marcha el coche, el potente rugido del motor del todo-terreno me recuerda la trascendencia de mi misión y que tengo que llevarlo de una vez al taller a que le arreglen el tubo de escape.
19,27. He recorrido 287 Km hasta llegar a mi punto de destino: mi casa. Sí, sí, mi casa. Lo que ocurre es que una investigación sin recorrer muuuuchos kilómetros no tiene ninguna emoción ni aporta nada a mi currículum.
19,29. Llego por fin al lugar que me había señalado el testigo: el pilar del lado izquierdo del jardín. Sí, ese donde está el aspersor. Enciendo la luz (porque con tanto kilómetro ya se me está haciendo de noche), y... ¡allí estaba! Ante mis temblorosos ojos, frente a mi tembloroso rostro y justo en el medio del temblor... del pilar.
¡Mi propia Cara de Bélmez!
¿Qué extraños poderes del Más Allá habían dado lugar a aquella manifestación tan paranormal? ¿Sería un espíritu que clamaba venganza desde Ultratumba? ¿Está acaso mi casa edificada sobre un antiguo cementerio de los indios Cherokee? ¿ Era quizás la llamada de socorro de algún alma en pena, condenada para toda la eternidad a seguir enredada entre las ramas de mi buganvilia?
Porque el aspersor que da directamente sobre el pilar no era, eso seguro.
No, me inclino más bien a pensar que se trata de un mensaje procedente de otra dimensión. Un mensaje amenazador, o cuanto menos inquietante.
Porque no me negarán que el parecido es eso, inquietante. ¿Verdad? ;-)
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