Aviso a navegantes (bueno, a submarinistas en este caso): esto es sólo una versión "light" y resumida; quien quiera leer el artículo extenso tendrá que esperar a que le llegue el próximo número de El Escéptico Digital.
Una característica curiosa de los seres vivos es que tendemos a ocupar todos los nichos ecológicos. Si desaparece alguna especie y su nicho, su hábitat, queda vacío, enseguida llega alguna otra y lo ocupa. Y eso es precisamente lo que sucede todos los veranos: la gente se va de vacaciones, disminuye la cantidad de noticias, y al momento aparece una especie que ocupa el hueco que dejan en los informativos: la de las serpientes de verano.
Las serpientes de verano suelen ser noticias curiosas, intrascendentes y, a menudo, francamente estrafalarias. Se trata por tanto de un género muy variado, en el que cabe prácticamente cualquier cosa, pero la inmensa mayoría de las serpientes de verano son noticias relacionadas con los fenómenos extraños y paranormales; algo por otra parte perfectamente lógico: al fin y al cabo, las noticias que provienen de ese mundillo son curiosas, intrascendentes y decididamente estrafalarias en verano y en cualquier otra época del año. De modo que, ahora que se va acabando el mes de agosto, aprovecharemos para hacer un repasito a lo que ha dado de sí este año la criptoherpetología estival. O sea, el estudio de las serpientes paranormales del verano.
Verano que se estrenó, en realidad, en primavera, cuando la noticia saltó a los medios de comunicación de todo el mundo: el Ejército del Aire de México había captado unas filmaciones de ovnis que había entregado a unos científicos para su estudio. Nada menos. O bueno, en realidad bastante menos: la filmación se la habían entregado a Jaime Maussán, celebérrimo ufólogo mexicano, quien, por supuesto, redujo su investigación a mostrar la grabación en televisión aireando a los cuatro vientos que por fin había pruebas irrefutables de la existencia de los platillos volantes. Como suele ocurrir en estos casos, el hecho de que los científicos mexicanos (los de verdad) ofreciesen explicaciones mucho más mundanas para las lucecitas que aparecen en el vídeo, o que el prestigio de Jaime Maussán como investigador riguroso sea más o menos equivalente al que pueda tener un servidor como bailarín de ballet clásico, pasó desapercibido ante la magnitud de la serpiente. Digo, de la noticia.
Y, sin embargo, nadie citó el precedente mexicano cuando apareció, esta vez en agosto, la del caso ovni de Tugunska. Todo un clásico. Tugunska es una zona remota y aislada de Siberia, donde en 1908 se produjo la explosión de lo que a todas luces era el fragmento de un cometa. El suceso debió ser bastante espectacular, pero dado lo remoto del lugar hubo muy pocos testigos de aquello, y la primera expedición científica que visitó el lugar lo hizo en 1927, de modo que apenas pudo hacer otra cosa que describir y fotografiar aquel dantesco panorama. Sin embargo, este año hemos conocido la noticia de que la Fundación Fenómeno Espacial de Tugunska ha estado investigando en la zona y ha encontrado restos metálicos que posiblemente pertenezcan a una nave espacial. Lo cual tampoco es una novedad: la misma noticia ha venido apareciendo en la prensa rusa todos los veranos de estos últimos años. Pero esta vez sí que hay una gran diferencia: los científicos admiten que, en efecto, los restos encontrados pudieran ser de alguna nave espacial. Concretamente, de algunas de las muchas que despegan todos los años del cosmódromo de Baikonur, y cuya ruta de lanzamiento pasa justamente sobre la región de Tugunska.
Otro habitual de las serpientes de verano que, sin embargo, no ha aparecido este mes de agosto, es el Megalotaria longicollis o Nessiteras rhombopteryhx. O sea, el monstruo del lago Ness. Y es una pena, porque precisamente ahora hay una expedición científica investigando el lago, y sería una oportunidad estupenda para proporcionarnos de una vez una prueba de su existencia. Pero, como suele ocurrir, cuando alguien investiga de verdad los misterios desaparecen. Misteriosamente, podríamos decir.
De modo que nos tenemos que conformar con esos monstruos que han aparecido en Chile aterrorizando a los indefensos transeúntes de una zona perdida de los Andes, y que los testigos describen como una especie de dinosaurios de dos metros de altura. Unos bichos que han sembrado el pánico entre los testigos de su aparición, han propiciado el interés de los investigadores de fenómenos paranormales, y han causado un gran disgusto al dueño de la granja de avestruces de la que se escaparon los animales. Que sí, eran avestruces. Pero que una vez dentro del circo de lo paranormal se transforman mágicamente en reptiles. Aunque no son velocirraptores, como decía algún fogoso investigador de fenómenos extraños. Son serpientes. Serpientes de verano.
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