Pongo la tele. Aparecen tres chicas de buen ver presa de extrañas convulsiones y, ¡horror!, profiriendo
gritos en una lengua totalmente extraña. Es el primer caso de posesión diabólica múltiple que recuerdo haber visto.
La verdad, no me impresiona demasiado.
Cambio de canal. Unos, ejem, "informativos" me cuentan con pelos y señales que esta vez el islote del Perejil amenaza con estrellarse contra la Tierra en el 2017. O algo así: la locutora se las arregló para dejar a la audiencia aún más confundida de lo que estaba ella. La noticia tampoco me impresiona: nuestro
pez ya nos había informado perfectamente sobre el asunto.
Vuelvo a cambiar (gran invento esto del mando a distancia). Otra emisora de televisión nos está amenizando la noche con una de esas películas refrescantes, tan propias de este tiempo veraniego. Esta vez parece que va de incendios forestales; nada que ver con la del otro día, la del avión en la que habían puesto una bomba, o esa otra del asesino en serie.
Otro cambio. Las chicas endemoniadas han sido sustituidas por un tipo vestido de
smoking que se dedica a hablar. De vez en cuando hace una pausa y la gente se ríe. Todo indica que acaba de contar un chiste, aunque yo debo habérmelo perdido por completo. Finalmente se calla y se marcha; la gente aplaude, no sé si agradeciéndole el detalle de haberse largado de una vez, y una pareja de guaperas ocupa su sitio. Ella, rubia sintética, nos explica que acabamos de escuchar al humorista Fulanito. Él, moreno engominado, nos anuncia que va a perpetrarse otro número musical. Huyo.
Sigo pulsando los botoncitos del mando y me encuentro más de lo mismo. Más
canciones del verano, más noticias del verano, más películas del verano...
Qué buena época esta para ponerse a leer, ¿verdad?
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